CLAROSCUROS // José Luis Ortega Vidal
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La definición de tres candidaturas por la presidencia de la República y una candidata por la gubernatura de Veracruz, coloca a la ciudadanía ante un escenario tan adelantado como estratégico para pasar de la lucha interna de partidos a la observación detallada sobre la visión política de los nominados.
Salvo alguna sorpresiva acción de las autoridades electorales, el INE, el OPLE y los Tribunales, todo indica que en la boleta federal veremos los nombres de Claudia Sheinbaum, Xóchitl Gálvez y Eduardo Verástegui, mientras que la boleta estatal veracruzana incluirá el nombre de Rocío Nahle.
En el caso de la sucesión presidencial, sólo falta conocer al candidato o candidata de Movimiento Ciudadano, y en el caso de los comicios estatales de Veracruz la oposición no ha decidido si tomará parte en coalición o cada cual nombrará candidato propio.
Del INE, por lo menos, ya sabemos que las precampañas formales, oficiales, arrancarán a fines de noviembre y las campañas se realizarán a partir de marzo, en el caso de la elección federal.
Por lo demás, el árbitro electoral ha ratificado su vocación de servicio al gobierno en turno al voltear para otro lado mientras MORENA y aliados, así como el Frente Amplio por México del PAN, PRI y PRD, violaron la ley con sus respectivas elecciones de defensores de sus causas, quienes en la práctica han obtenido sendas candidaturas disfrazadas.
En la praxis política ese tema ha sido rebasado y todos, tirios y troyanos, se dicen demócratas, preocupados por el `pueblo, dispuestos a dar la vida por el país, etcétera; pero en concreto ya se disputan el poder a ocho meses de toparse con las urnas…
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Hay varias perspectivas que se concatenan alrededor del proceso electoral 2023-2024, tan novedoso como extraño.
Uno de ellos es ideológico: Claudia es una científica, académica y política de izquierda, pero al mismo tiempo disputa el poder apoyada por un presidente todopoderoso, cuyo sino no es la democracia, pues ejerce un liderazgo como jefe de Estado y como líder de partido, sin tomar en cuenta a nada ni a nadie en sus decisiones, más allá de sí mismo.
Añadamos a ello que el intento por realizar un ajuste de régimen y de sistema político durante el sexenio de la 4T, se ha logrado parcialmente.
En materia macroeconómica, Andrés Manuel López Obrador le dio continuidad al neoliberalismo al firmar el T-MEC y poner las bases para el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec, cuyo éxito depende de inversiones privadas, nacionales, pero sobre todo extranjeras.
En el sector energético, el presidente apostó a energías fósiles en un escenario de emergencia mundial donde las energías renovables no sólo están de moda, pues constituyen una puerta a la sobrevivencia del planeta.
No conocemos aún a la verdadera Claudia, si es que existe una doctora Sheinbaum más allá de quien avala y repeti todo lo dicho por AMLO, de quien -entendemos- depende su arribo a la silla del águila y la serpiente.
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Xóchitl Gálvez es una empresaria exitosa, con una trayectoria política de derecha y escasa experiencia que se demuestra en un discurso pueril, muy por debajo de lo que reclama encabezar un Estado.
A diferencia de Claudia, la senadora Gálvez si habla con voz propia, conquistó desde su burbuja la candidatura del FAM, pero luce debilitada en lo que va de la segunda etapa de la lucha electoral, a terminar a finales de noviembre, cuando arranque la tercera y última etapa: con la precampaña y la campaña avaladas por el INE.
Xóchitl enfrenta una serie de condiciones adversas en su afán por gobernar México.
Su postura ideológica a favor de un régimen donde el impulso industrial y empresarial llevan mano en la búsqueda del desarrollo y la justicia social, frente a un Estado que sólo operaría como facilitador para que el mercado imponga sus reglas, no encanta ni desencanta en un país donde no gozamos de una cultura política sólida.
El pueblo no entiende del todo la diferencia entre neoliberalismo y estatismo, pero la entrega de dinero en efectivo a jóvenes estudiantes, amas de casa y personas de la tercera edad no sólo se ha convertido en un ejercicio justo tras décadas de abandono a estos sectores, sino en una bandera que coloca a López Obrador en un político más popular que una estrella de rock y más amoroso que Rigo Tovar, para explicarlo con ejemplos llanos.
Xóchitl asegura que respetará esos derechos y programas asistenciales ya colocados en la Constitución, pero la demanda del respetable va más allá y no se aprecia un diagnóstico claro, contundente sobre la realidad nacional.
De parte de la aspirante hidalguense no hay propuestas concretas, convincentes en materia de corrupción, justicia, seguridad, empleo, salud, educación, atención eficaz a temas específicos como el de los desaparecidos, la migración, la cultura, la ciencia, la inclusión social, etcétera.
Tampoco se observa el respaldo de los partidos voraces del FAM y no se asoma ya entrado el mes de octubre, su conexión con la sociedad civil que defendió al INE y al Poder Judicial.
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Sobre Eduardo Verástegui no hay mucho por hablar, salvo su vínculo con la ultraderecha y observar qué tanto respaldo obtiene en las urnas, lo cual calificará -al menos en parte- la condición de las candidaturas independientes.
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El caso Veracruz y la solitaria candidatura de Rocío Nahle, merece análisis aparte.